No puedo evitar parafrasear al Ministro en este artículo de opinión.
Y no lo hago con la mala leche que muchos usan para burlarse de esta afirmación.
Le tengo que dar la razón al señor Puente en lo que defiende: el nivel de oferta y demanda está batiendo récords históricos, al igual que el nivel de inversiones, incluso en la red convencional.
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Al César lo que es del César.
Sin embargo, el ferrocarril español está viviendo un momento muy delicado. Está en medio de una grave crisis de reputación que, encima, algunos magnifican para usarla como arma política.
Esto tiene una consecuencia directa. Los usuarios acaban hasta el pantógrafo de tantos retrasos, desconfían del ferrocarril y optan por otros medios de transporte más fiables y puntuales.
Si esto se cronifica, puede llegar a ser difícil recuperar la confianza perdida. Los memes son complicados de eliminar, ¡qué se lo digan a Extremadura!
Volvemos al Roguemos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados
Sí, hay más trenes. Y más gente que los usa, ya era hora. Pero también hay bastantes más incidencias, que afectan a más personas por eso de que la demanda está por las nubes.
Es imposible no pensar en las siglas sarcásticas de la antigua RENFE.
Que la puntualidad sea mejor que la media europea, que lo es, no es excusa. Que la baja fiabilidad no sea un hecho aislado (Francia está al borde del colapso, Italia ya lo está sufriendo y Alemania… Bueno, lo de Alemania telita), tampoco.
Los usuarios nos merecemos un ferrocarril fiable, que garantice que vamos a llegar a nuestro destino en tiempo y forma.
La marca AVE era sinónimo de puntualidad y comodidad. Que la circulación de más trenes esté acabando con ese ideal, al extremo de que la propia Renfe ha empeorado su compromiso de puntualidad, es señal de que algo se está haciendo mal.
Negar la mayor sólo causa desconexión entre los usuarios que sufren las incidencias y los gestores ferroviarios. Hablar de lo bueno y obviar lo demás sólo agrava esta crisis de reputación.
Creo que es momento de hacer un análisis profundo y, sobre todo, autocrítica de lo que se está haciendo mal. No para alimentar al troll hambriento de titulares que perjudiquen al Gobierno, sino para corregirlo. Hacer eso a lo que llaman resiliencia.
Si las obras causan incidencias, quizás habrá que invertir más en ellas para reducir su impacto. Si las obras terminadas generan más incidencias de lo debido (Chamartín sabe de lo que hablo), habrá que ver por qué y cómo evitarlo. Si la circulación de más trenes desgasta más la infraestructura, habrá que mantenerla mejor…
Sea lo que sea que nos está llevando a este escenario, hay que ponerle una solución urgente… Y que se note que se está poniendo.
Comunicar mejor, comunicar mejor y comunicar mejor
Aunque se esté, por fin, mejorando la comunicación durante las incidencias, los usuarios se siguen quejando de falta de información o de información poco clara. Y eso, cuando ves que no vas a llegar a tu destino o que vas a llegar muy tarde (con las consecuencias que eso tiene), toca mucho los bogies.
Mejorar la comunicación es un asunto urgente. No va a resolver las incidencias con una varita mágica, pero sí las va a hacer más llevaderas. Y mejora la imagen del ferrocarril.
Esto último DEBE SER UNA PRIORIDAD.