La primera huelga de trabajadores de Iryo, que coincide con el tercer aniversario desde el inicio de operaciones, cierra su primer tramo con un respaldo del 15% según la empresa.
Los trenes incluidos en los servicios mínimos pactados con el Ministerio de Transportes circularon con normalidad, tras adaptar la planificación y reubicar a los viajeros de los trenes suprimidos.
De los tres sindicatos que representan al personal que convoca la huelga (CGT, Alferro y CCOO) sólo los dos primeros la secundan. Aparte de las tres jornadas entre el 25 y el 27 de noviembre, también han convocado nuevos paros entre el 5 y el 8 de diciembre.
El personal de mantenimiento, CEX, sala de control y oficinas denuncia la paralización de la negociación del Convenio Colectivo que afectará a 2026. Regulará a todas las categorías profesionales de la empresa, excepto maquinistas, sujetos a otro convenio.
En especial, protestan por la congelación salarial desde 2022.
Reivindicaciones loables, estrategia equivocada
Si bien los paros y las manifestaciones son herramientas lícitas para reclamar mejoras laborales, en esta ocasión los convocantes han intentado, sin éxito, desprestigiar la imagen del operador. Aventurando cifras internas no verificables y cuestionando la estrategia de la empresa.
Más allá de dar visibilidad a sus demandas, han buscado criticar públicamente el funcionamiento de Iryo. Incluyendo decisiones empresariales de una empresa muy joven en un mercado muy competitivo en el que hay tres operadores y cuatro marcas luchando por atraer viajeros.
Critican la compra de 3 nuevos trenes (una inversión de casi 100 millones de euros) que les permitirá aumentar frecuencias, incrementar la plantilla y ganar mercado. Los convocantes consideran un despilfarro el gasto en campañas publicitarias, patrocinios o las acciones corporativas con agencias de viajes. Todas ellas iniciativas esenciales para dar a conocer la marca, vender billetes y crecer para salir de las pérdidas.
En esta línea, critican que la empresa tiene un EBITDA positivo mientras que justifican la congelación salarial por las pérdidas. Pero EBITDA positivo no equivale a beneficios y más en una empresa que ha hecho una inversión multimillonaria. Los números son claros. A pesar de que en 2024 el operador cerró con un EBITDA de 111,4 millones de euros, las pérdidas netas de Iryo fueron de 31 millones de euros.
Aunque llevamos días preguntando por datos de 2025, la empresa no ha ofrecido datos más actualizados, pero la guerra de precios no parece que vaya a dar tregua en este ejercicio.
El pasado mes de octubre, el operador declaró a Preferente que espera tener beneficios en 2027, cuando cumplirá cinco años prestando servicio.
Consecuencias económicas que dificultan el cumplimiento de las demandas
Intentar perjudicar la imagen de una empresa durante una huelga es un arma de doble filo. Si bien puede servir para aumentar la presión, es una estrategia poco eficaz que se puede volver en contra de los trabajadores y, sobre todo, dificultar la negociación.
Las reivindicaciones no deberían tener como objetivo dañar la confianza de los clientes y el alcance del beneficio de la compañía. En un escenario en el que la empresa debe ser competitiva y obtener beneficios para aumentar los salarios.
Animamos a los trabajadores que quieran mejorar sus condiciones laborales a seguir luchando por ellas y negociar con la empresa. No sólo es vuestro derecho, sino también vuestro deber y desde Trenvista deseamos un buen desenlace. Sin embargo, animamos a hacerlo desde la reivindicación constructiva y no desde un enfoque perjudicial para todos, empezando por los propios trabajadores.