El Gabinete de Prevenção e Investigação de Acidentes com Aeronaves e Ferroviários (GPIAAF) ha publicado este sábado, 6 de septiembre, las primeras conclusiones sobre el accidente del Elevador da Glória, en Lisboa, que causó 17 víctimas mortales el pasado miércoles.
El informe preliminar confirma que la rotura del cable de tracción en la cabina 1 provocó que todos los sistemas de frenado fallaran, ya que dependen del equilibrio entre ambas cabinas.
El incidente ocurrió apenas 50 segundos después de la rotura del cable, cuando el ascensor descendía desde el Bairro Alto hacia la Plaza de los Restauradores. Durante ese tiempo, el guardafrenos activó correctamente tanto el freno neumático como el manual, pero ninguno de los dos logró detener la cabina descontrolada.
El vehículo recorrió 170 metros hasta descarrilar y colisionar contra un edificio a unos 60 km/h, tras chocar previamente con un poste de catenaria y un farol de fundición, impactos que habrían amplificado la violencia del accidente.
La pieza crítica: el “trambolho”
La investigación señala que el elemento que se rompió fue el denominado “trambolho”. Se trata de una pieza de fijación del cable ubicada en cada cabina.
El punto de fractura no era accesible a simple vista, lo que explica por qué la inspección visual realizada la misma mañana del accidente no detectó anomalías. El cable contaba con apenas 337 días de uso, cuando su vida útil estaba fijada en 600, por lo que debería haber resistido al menos 263 días más.
Desde que en los años 20 se eliminó la cremallera de seguridad del elevador —sistema de carril dentado que actuaba como redundancia mecánica—, los frenos neumático y manual dejaron de ser efectivos en caso de rotura del cable. El GPIAAF subraya que este defecto estructural se arrastra desde hace un siglo.
Mantenimiento en regla, pero sin control externo
El informe también confirma que el plan de mantenimiento estaba al día. La empresa encargada de la revisión aquella mañana cumplió con lo establecido en el pliego de condiciones de Carris (el operador), sin que existiera la obligación de desmontar el “trambolho” para inspeccionarlo.
Además, el órgano investigador admite que aún no está claro qué entidad pública tiene la obligación de supervisar la operación y seguridad del histórico funicular, dado que el Instituto da Mobilidade e dos Transportes (IMT) no lo tiene bajo su competencia.
Solo se ha comprobado que cada cuatro años una entidad acreditada realiza inspecciones mayores, la última en 2022 y la próxima prevista para 2026.
Próximos pasos de la investigación
El GPIAAF trabajará ahora en varios frentes clave: el diseño original del elevador y las modificaciones acumuladas; la eficacia real de los sistemas de frenado; la calidad de los cables y sus fijaciones; la cualificación del personal de mantenimiento y de conducción; y, de forma significativa, el marco legal que regula el ascensor da Glória.
El gabinete prevé publicar en 45 días un nuevo informe preliminar con los avances disponibles. El documento final, que establecerá las causas y recomendaciones de seguridad, debería estar listo en un año, aunque podría demorarse. En ese caso, se emitirá un informe intermedio.
El director del GPIAAF, Nelson Oliveira, insistió en que el objetivo de la investigación no es atribuir responsabilidades, sino extraer lecciones para que un accidente de esta magnitud no vuelva a repetirse. “Nuestro compromiso es que este trágico suceso sirva para mejorar la seguridad y evitar futuras tragedias”, concluyó.