Sigue la actualidad ferroviaria en nuestro canal de Telegram. Únete ahora.

El tren del futuro no debe olvidar su patrimonio

, ,

Las cifras de viajeros de este verano confirman el dulce momento que vive nuestro ferrocarril tras la pandemia. Superados ya los números de 2019, se vislumbra un futuro optimista marcado por la apertura de los tramos que completarán la red de alta velocidad, junto a la ansiada llegada de los nuevos trenes que permitan asumir esta demanda creciente.

A estos hitos hay que sumar las inversiones para renovar la red existente (hasta hace no mucho la gran olvidada en los presupuestos) la cual, por suerte, ya recibe más fondos que las líneas de nueva construcción.

La ciudadanía tiene ganas de tren. Y los amantes del ferrocarril podemos sentirnos orgullosos de que la movilidad del futuro tenga al tren como su principal baza, gracias a sus innegables ventajas que ya conocemos.

Sin embargo, esta expansión del ferrocarril como transporte preferente se acompaña de unos necesarios procesos —tanto técnicos como normativos— destinados a mejorar, más si cabe, la seguridad, eficiencia y digitalización de la red. En ocasiones, estos requisitos complican la circulación de trenes históricos, cuyos diseños responden a una época muy anterior y a los que se les exigen las mismas características que si fueran vehículos que presten servicio a diario.

Fruto de esta situación, actualmente las circulaciones de trenes históricos se limitan a los trenes de temporada (Fresa, Felipe II, Tren del Llacs y similares) más algunos chárter, siendo en su práctica totalidad material convencional remolcado y no automotores, cuyas condiciones para circular resultan aún más estrictas. La comparación con nuestros vecinos franceses, italianos o portugueses (por no citar países más punteros como Reino Unido) nos deja en el vagón de cola por una razón: estos países disponen de un régimen específico para circulaciones históricas del que España carece todavía.

En primer lugar, cabría preguntarnos qué motiva una circulación histórica. Porque el fin último no está en lograr una maqueta a escala 1:1 para satisfacer los deseos de los aficionados más “frikis”; sino en emplear las colecciones históricas como un medio para transmitir a la ciudadanía el valor que tuvo el ferrocarril en la historia del país.

Para lograr este objetivo, no hay duda de que resulta conveniente mantener en circulación algunos de los vehículos más representativos, puesto que una buena forma de divulgar es la que se hace en base a la experiencia; en este caso, a la experiencia de viajar. Además, gracias al turismo ferroviario podemos extender esta comunicación a un público más amplio y cada vez más generalista.

No podemos obviar que la circulación de un vehículo histórico implica desgastes y modificaciones en sus piezas. Incluso la sustitución de muchas de ellas al pasar sus revisiones periódicas, como las “R”, IVH… o las mejoras que, cada cierto tiempo, se exigen (caso del Asfa digital y sus versiones). Este delicado equilibrio entre mantener el vehículo en uso y conservarlo fielmente en su estado original hace que sea imposible, además de ineficiente, que todo el material preservado esté en condiciones de circular. Y por otra parte, hace necesario que cualquier material histórico dispuesto esté acompañado de un plan operativo y de negocio que le permita amortizar estas revisiones y costes operativos. Es decir: tiene que circular de forma habitual y programada prácticamente todo el año ligado a un producto comercial (como un tren turístico, por ejemplo) y no únicamente de manera esporádica o conmemorativa.

Por si fuera poco mantener lo que ya tenemos, hasta el año 2030 vamos a vivir un reemplazo sin precedentes de material móvil. Unidades fundamentales como las 446, 450, 470, 592 o incluso nuestro primer AVE, la serie 100, dejarán de circular tras haber marcado una época en el ferrocarril tal y como lo conocemos.

Ante este escenario, nos corresponde a todas las entidades tanto públicas como privadas involucradas en el sector ferroviario (FFE, operadores, administradores, asociaciones y entidades encargadas de mantenimiento) trabajar codo con codo para la preservación, conservación y circulación del material histórico, con la máxima garantía de seguridad y sin las dificultades crecientes a las que tenemos que hacer frente en nuestro día a día.

Recientemente se han dado algunos pasos importantes en este sentido. Por un lado, la aprobación en 2019 de una Proposición no de Ley instando a la elaboración de una normativa que regule y facilite las circulaciones históricas, tanto en tramos desafectados como en la Red Ferroviaria de Interés General. Y más recientemente, en un proyecto normativo por parte del Ministerio de Transportes, que acaba de recoger las aportaciones de todas las entidades del ferrocarril y que, confío, siente las bases de un escenario más favorable para este tipo de circulaciones.

Suelo decir que el orgullo de un país se define por la calidad de su red ferroviaria. Y por ese mismo motivo, puede afirmarse que el orgullo por el ferrocarril se demuestra con el cuidado y respeto a su patrimonio, a su historia y a las personas que lo hicieron posible. Una tarea en donde todas las partes implicadas debemos “palear carbón” para avanzar juntos en la misma dirección.

Adrián Fernández Carrasco
Director gerente de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles